
En el fondo no nos distinguimos de nuestras abuelas de la edad de piedra. En el nuevo cosmos de mujeres liberadas, emancipadas e independientes del siglo XXI hay opiniones diferentes, pero todo parece indicar que las mujeres siguen coincidiendo con el prototipo de hombre “alfa”. En un lenguaje simplista, es como si todas quisiésemos a un hombre fuerte, independiente, que nos dé la sensación de ser el mejor.
Parece como si hubiese una animadversión colectiva a los blandos, suaves, quietos, que sean más femeninos que nosotras. Queremos a alguien que nos prometa seguridad, protección y fuerza. En el fondo no nos distinguimos de nuestras abuelas de la edad de piedra. No ha cambiado el rol estético, con altura y músculos. También se mantiene el rol de la fuerza y el poder.
Las mujeres siguen pensando que con lo que cuesta el deportivo que conduce el novio tienen asegurado su futuro y el de sus hijos. Será por esto por lo que cada día hay más pobres de solemnidad conduciendo deportivos.
Luego nos conformamos con hombres con un cuerpo peor que el nuestro para perdonarnos nuestros pequeños defectos. No puedo ni imaginarme como me sentiría con mi celulitis al lado de un deportista. ¡Qué complejazo!.
Y mientras, sobrevivimos al lado de una generación de maduritos que no fuma, se gasta más en cremas que yo, no bebe vino durante las cenas, se conforma con una sopita y no come postre.
Realmente o cambian los hombres o cierran los restaurantes.
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